Bob Gruen es el nombre más grande en lo que respecta a la fotografía de rock ‘n’ roll. Dio sus primeros pasos a finales de los sesenta, involucrándose con Ike y Tina Truner. Luego se encargó de retratar toda la escena punk y new wave de Manhattan: desde Ramones y Blondie a Television y The Shirts. Además, fue el fotógrafo personal de John Lennon y trabajó junto a David Bowie, Chuck Berry e infinidad de otras leyendas del rock ‘n’ roll.
“Para mí el rock ‘n’ roll es sobre la libertad, la libertad de expresarte de una manera ruidosa. Intento capturar esa sensación en mis imágenes. No se trata solo de documentar hechos, sino también sensaciones, expresiones”, explica Bob Gruen, en un hotel cheto de Palermo, donde fui junto a Jonathan Rivas a hacerle algunas preguntas y poder hablar, intentar comprender cómo fueron aquellos años que solo conocemos por revistas, libros, documentales y, justamente, sus fotos.
Gruen no puede explicar cómo es que sabe cuándo sacar una foto, asegura que se trata de una sensación y tiene sentido, viene de una época en la que una cámara era más parecida a un revolver que a una uzi: la cantidad de imágenes disponibles a sacar por fecha era limitada.
Bob Gruen nació en el seno de una familia de abogados. Sus padres querían que se consiguiera un trabajo y que hiciera algo de su vida, pero él no tenía la más mínima idea de lo que quería hacer, de hecho no quería hacer nada más que emborracharse, ver bandas de rock y sacarles fotos, no como objetivo laboral, sino por diversión.
En 1968 algunas de sus fotos llamaron la atención de su roommate, el productor Bob Crewe, que en ese entonces estaba metido en su proyecto The Glitterhouse haciendo la banda sonora de Barbarella, una película de ciencia ficción de bajo presupuesto de donde Duran Duran sacó su nombre. Crewe mostró algunas de las fotos de Gruen al sello para el que trabajaba y comenzaron a caer trabajos, pero todo cambió tras sacarles fotos a Ike y Tina Turner. A los pocos días del show volvió a verlos en otra presentación. “Estaba yéndome del recital con un amigo y justo salió Ike de su trailer, mi amigo me empujó literalmente hacia él y eso cambió mi vida. Le mostré mis fotos del recital anterior. Le gustaron mucho y me invitó a pasar al camarín junto a Tina. Me invitaron a comenzar a sacar fotos de sus conciertos, a los diez meses estaba haciendo la tapa de uno de sus discos”, explica Gruen.
Así fue como se introdujo en el mundo, un trabajo llevó a otro, mientras registraba a las bandas de sus amigos en las calles más peligrosas y sucias de Manhattan. En esos días la fotografía de rock ‘n’ roll estaba vista como algo menor, pero él siguió haciéndolo, por diversión. Era una época en la que a nadie se le ocurría llevar una remera de Ramones ni cabía la posibilidad de bailar con «Atomic» de Blondie.
Ariel Pukacz: Hubo muchas bandas que siguen manteniéndose en la oscuridad y que no lograron trascender.
Bob Gruen: Había muchas de las bandas que tocaban en el CBGB’s de las que seguro ni escuchaste nombrar. The Miamis, por ejemplo, era un grupo que todos amaban, abrieron para Blondie, New York Dolls, Suicide. También estaban The Shorts, que eran muy populares en ese entonces. El CBGB’s fue un lugar donde empezaron muchas bandas que se hicieron famosas, pero fueron realmente pocas. El lugar estaba abierto los 365 días del año y cada noche tocaban siete bandas, eso fue así durante treinta y cinco años y solo podemos nombrar unas diez bandas que trascendieron. Era un lugar en el que la gente tocaba para aprender.
Jonathan Rivas: ¿A qué otros lugares ibas además del CBGB’s y Max’s Kansas City? Me refiero a que también hubo espacios que no lograron colarse en la historia del rock ‘n’ roll, como The Conventry, Mother’s o Club 82
BG: El CBGB’s era divertido porque iban mis amigos, lo mismo en el Max’s. Conocía a los dueños e iba por tragos gratis, jamás pagué una entrada. Lo mismo sucedía en The Bottom Line, que cerró para la misma época que el CBGB’s pero no tuvo la misma cobertura mediática. En algunas fechas no había más de setenta personas, y a los grupos los conocían unas trescientas en total. No tenías que ser un gran músico para tocar en el CBGB’s. Hilly Kristal, el dueño, era un tipo único. Él no quería hacer toneladas de plata, solo quería tomar cerveza y mirar televisión. Si había una pelea te echaba, pero mientras eso no sucediera te permitía hacer lo que vos quisieras. Max’s era un restaurante, el dueño hacía plata con eso, las bandas que tocaban a la noche eran por diversión.
Como dijiste, había otros lugares como Mother’s, Club 82, The Mudd Club en Tribeca, pero yo prefería el CBGB’s y Max’s por lo que te decía, mis amigos iban ahí.
AP: Volviendo a las bandas de principios de los setenta como Teenage Lust, The Magic Tramps y Mink DeVille, ¿por qué creés que fracasaron?
BG: No fracasaron, ¡cuarenta años después me estas hablando de The Magic Tramps! Vos escuchaste sobre ellas, eso no es fracasar. Para tener la atención masiva necesitás un single, sin eso no vas a ningún lado. New York Dolls era una de las mejores bandas que hubo, pero no lograron meter ningún single. Lo mismo pasó con Gwar, una banda que iba disfrazada de monstruos y que hacían un show teatral con sangre, muy performático. Le conté a Alice Cooper sobre ellos y le insistí en que fuese a verlos, a lo que me preguntó: «¿Y la música como es?», y no pude responderle. Tenían un gran espectáculo en vivo, pero ningún single. Eso sucedió con muchas bandas de Nueva York.
AP: ¿En algún momento tomaste noción de lo importante de lo que estabas haciendo vos y esas bandas como Ramones, Patti Smith y Television?
BG: No, uno no tiene un sentido de la historia mientras vive un momento. Eso pasa después.
AP: ¿Y cuando apareció Sex Pistols, imitando el sonido y la estética de Richard Hell y Ramones?
BG: Una cosa lleva a la otra, para mí es una progresión. Algo pasa cuando tenés un lugar lleno de gente creando cosas: Ramones y Blondie surgieron en la misma habitación, cada banda hacía algo muy particular, pero ambas aprendieron de New York Dolls. Muchos comparan a los Dolls con Rolling Stones, pero ambas bandas se influenciaron en lo mismo: Muddy Waters, Howiln’ Wolf, Bo Diddley.
Un momento difícil de la conversación fue cuando Jonathan le preguntó por sus cinco discos favoritos de punk. Fue algo esquivo y trató de engañarnos, de hacer una lista que incluyera 1a, 1b, 1c, 1d, y recién ahí 2a, 2b, 2c y así, para ganar espacio. Nos contó que en su celular había desde discos de Malcom McLaren a Green Day hasta un artista de afrobeat bastante ignoto llamado Oliver N’Goma. Lo había conocido en un taxi, quedó fascinado y le preguntó al conductor qué era esa música. El chofer sacó el CD-R y se lo regaló. Gruen cuenta que quiso comprárselo pero el hombre se negó: “Es un regalo”, dijo. Gruen le dijo: “Bueno, acepte estos diez dólares y haga regalos a otras diez personas”. Ambos gestos muestran el amor por la música, por querer difundir y compartir.
Otro de sus secretos fue el programa de radio de Bob Dylan The Time Radio, en el que hace shows temáticos sobre cualquier cosa: desde amor a vegetales, compartiendo desde recetas a anécdotas.
Fuera de sus gustos musicales, queríamos saber sus influencias como fotógrafo. Tiró solo tres nombres: Man Ray, Henri Cartier-Bresson y el fotógrafo de crímenes Weegee. También mencionó a David Godlis, otro fotógrafo vinculado al punk con quien compartía varias cosas, como por ejemplo despreocuparse en el foco y concentrarse más bien en capturar un momento de energía y libertad. Como dice la frase, «la belleza esta en el ojo de quien la carga».